“¿Sufriré?”, “¿tendré dolor?”, “¿se me caerá el pelo?”, “¿se lo digo a mis hijos?” “¿Cómo se lo puedo explicar?”.
Son muchas las dudas que nos pueden surgir al recibir la dura noticia del diagnóstico de cáncer de mama.
Cada persona puede afrontar el diagnóstico y la enfermedad de distinto modo. Cada una de nosotras, responde a los problemas atendiendo a su sistema de creencias, valores, a su forma de ver el mundo y de percibirse a sí misma. Atendiendo a las vivencias desde la infancia más temprana, desarrollamos una serie de esquemas con los que percibimos, interpretamos y afrontamos el día a día. Y por ello, como seres únicos que somos, únicas y distintas serán también las reacciones ante el cáncer.

Comenzaremos a elaborar un proceso de “duelo oncológico” que variará en su forma, expresión y duración. Podemos atravesar una fase de Shock o de crisis, caracterizada por sentimientos de vulnerabilidad, confusión, pérdida, que puede durar desde unos días a unas pocas semanas; podemos vivir momentos de negación, incredulidad –“esto no me ha pasado a mí”, «no es posible, se han equivocado»-; también podemos sentir rabia o enfado, tristeza, impotencia, miedo… hasta llegar a aceptar la situación a la que nos enfrentamos. Todas estas emociones y respuestas son normales.
En cuanto a las reacciones emocionales:
- Es común sentirse desesperanzada y triste tras el diagnóstico.
- Los sentimientos de incertidumbre e inseguridad respecto a lo que pueda ocurrir inundan a muchas mujeres a lo largo del proceso de enfermedad. Es frecuente que aparezcan sentimientos de culpa (por sentirse responsables de hacer algo que lo provocara, no haberse dado cuenta antes o no haber acudido antes al médico…)
- Estas emociones son normales y poco a poco se irán debilitando, son parte del proceso de adaptación. En el caso de que alguna de estas respuestas se mantenga a lo largo del tiempo y suponga un malestar significativo en la vida de la persona, es importante contactar con un/a psicooncólogo/a para recibir apoyo especializado.
Ante el diagnóstico de cáncer de mama, se altera la integridad de la mama; se ven afectadas la seguridad y confianza de los roles femenino, sexual, social y maternal, amenazando tanto el autoconcepto de la mujer, como las relaciones interpersonales con las personas significativas de su entorno.
La autoestima de la mujer y su imagen corporal, se ven afectadas por el diagnóstico, por los tratamientos oncológicos (cirugía, quimioterapia, radioterapia) y sus efectos secundarios y secuelas.
El apoyo del entorno familiar y social es importante a lo largo de todo el proceso. En el caso de tener pareja, el cómo ésta brinda ese apoyo se torna crucial: la escucha, el acompañamiento emocional, las muestras de afecto y la comunicación eficaz, son necesidades trasmitidas por las mujeres afectadas. A su vez la pareja se enfrenta a situaciones altamente estresantes. En la relación de pareja se suelen vivir dificultades de ajuste, y en gran parte de los casos aparecen además cambios en la sexualidad -disminución del juego amoroso y el contacto físico, descenso en la frecuencia de relaciones sexuales y disminución del deseo-.

Por tanto, ante el diagnóstico y los tratamientos de cáncer de mama, la mujer sufre malestar emocional –ansiedad y tristeza, miedo a las recidivas-; vive dificultades y cambios en las relaciones interpersonales, en las relaciones familiares, en su relación de pareja y en las relaciones sexuales; en muchos casos, se unen a ello la escasez de recursos económicos y los problemas laborales, además de la posible aparición de secuelas de tipo físico – como el linfedema-.
Es necesario el apoyo de todos los sectores sociales, así como una atención multidisciplinar desde el diagnóstico y a lo largo de todo el proceso, apoyando y acompañando a la mujer y a su entorno familiar.