Autoestima

La autoestima es el valor que depositamos sobre nosotros mismos.

Es un sentimiento hacia uno mismo, implícito en nuestra identidad.  La autoestima es independiente y autónoma, no depende de los demás.

Según nuestro nivel de autoestima, valoraremos nuestros actos de forma positiva o negativa.

Si miramos a través de las gafas de la baja autoestima, restaremos el valor a los logros y agrandaremos los errores. Si por ejemplo para una persona lo más importante es la creatividad, la baja autoestima pondrá en entredicho sus logros y procesos creativos, se centrará en los momentos en los que le resultó difícil o “se atascó”, se comparará con otras personas y valorará como mejor lo conseguido por otros en ese campo, no valorando sus propios logros, ni disfrutando de ellos.

MASCARAS DEFENSAS

En ocasiones una autoestima baja conlleva el rechazo hacia uno mismo, observando en la persona conductas autodestructivas como el  juego, el abuso de alcohol u otras drogas, comer compulsivamente… tratando de este modo de anestesiarse, no sentir, no enfrentarse a ese sentimiento hacia uno mismo, hacia esas creencias desvalorizantes.

Si presentamos baja autoestima, los pensamientos distorsionados guían nuestra percepción y nuestra experiencia. Estos pueden ser de distintos tipos:

  • Generalización excesiva: “con todas mis parejas me ha pasado lo mismo. Todos los hombres son iguales”.
  • Pensamiento todo/nada: “todo lo hago mal”.
  • Minimización o magnificación: “he conseguido el ascenso por suerte, me ha tocado a mí, pero podía haber sido cualquier otra compañera. No tiene importancia”.
  • Descalificación de lo positivo: “me dice que le gusta mi vestido porque realmente lo ve feísimo. Me mira, eso es que voy fatal”.
  • Filtro mental: “seguro que me ha salido mal la prueba; no me sabía dos preguntas”.
  • Enunciaciones “debería”: “debería ser más activa”
  • Razonamiento emocional: “me siento solo. Algo malo he hecho para estar solo”.
  • Conclusiones apresuradas: “me ha dicho que no puede venir al cine; eso es que piensa que no soy buena compañía, cree que soy aburrido, no le gusto”.
  • Personalización: “soy un mal amigo. Si le hubiera acompañado, no se habría peleado y no estaría en el hospital”.
  • Etiquetación: “soy torpe”.

Todos nosotros en algún momento hemos experimentado una situación bajo el prisma de una distorsión cognitiva. Es importante que las detectemos para poder trabajar sobre ellas y así mejorar nuestro bienestar emocional.

¿Cómo desarrollamos nuestra autoestima?

Los primeros años de nuestra vida son esenciales. Influirá en el desarrollo de la autoestima el contacto del padre y la madre con el niño, a través del afecto y la presencia (física y mental), así como la aceptación incondicional del niño y la relación con él/ella  mediante la comprensión, la empatía,  el interés y el respeto. Esto implica mostrar coherencia en las conductas respecto al niño, aceptar sus acercamientos, con sentimiento auténtico, de modo que se le proporcionen las experiencias que necesita para formar su autoestima. Aprenderá  de este modo que es querido, y que es querido por lo que es, no por lo que hace.

niños cerebro

Juegan también un papel en la formación de la autoestima del niño los modelos de conducta que observa en sus padres: los comportamientos del padre y de la madre (cómo se enfrentan a los problemas, como se relacionan con los demás…) en relación a la  propia autoestima alta o baja de sus cuidadores.

Además, si nos interesamos por los esfuerzos del niño/a y los reforzamos, aprenderá a valorar el proceso: su esfuerzo en lugar de los resultados.

Los casos en los que la autoestima del niño/a no se desarrollará y se  instaurarán creencias de desvalorización, se relacionan con entornos familiares  en los que existe exceso de protección por parte de los padres o cuidadores, autoritarismo, experiencias de abandono, falta de empatía o situaciones de maltrato. Estas experiencias implicarán el desarrollo de una serie de esquemas de funcionamiento mental, un modo concreto de verse a sí mismo/a, al mundo y al futuro y ello influirá en cómo la persona se relacionará con los que le rodean a los largo de su ciclo vital.

Según Deutsch y Solomon: “Las personas con gran a amor propio –que se consideran dignas de ser amadas- son dadas a pensar que otras las estiman, y aceptan rápidamente el afecto de ellas. Las personas con poco amor propio no pueden; cuando otras las ensalzan, se sienten incómodas, siempre sospechan y dudan de los motivos de sus amigos, de su exactitud, de su sinceridad”.

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