¿Qué es el apego? ¿Qué influencia tiene en cómo nos relacionamos con los demás?
El apego es el vínculo afectivo que se establece desde los primeros momentos de vida entre el recién nacido y la madre o la/s persona/s encargada/s de su cuidado. Su función es asegurar la atención y cuidados, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad. El apego es el “pegamento emocional”, que nos enseña a cómo sentirnos de seguros en el mundo y cómo relacionarnos.
La seguridad humana va mucho más allá de la seguridad física. El apego se relaciona con la conexión, la seguridad, la relación y la regulación emocional.
El estilo de apego depende de las experiencias en relación con nuestros cuidadores principales. En la etapa de los 0 a los 3 años, y hasta aproximadamente los 5 años de edad, son de especial importancia aspectos como: la relación con la madre, con el padre, y con otros cuidadores, las experiencias de interacción, de aprendizaje con profesores, con iguales, el entorno familiar y el entorno económico.
Las primeras experiencias de apego del niño/a, generan las representaciones internas de cuánto de seguro es confiar en el otro y cómo soy percibido por el otro, que se proyectan a las relaciones futuras.
El estilo de apego determina cómo nos relacionamos con los demás a lo largo de nuestra vida. Somos el producto de nuestra historia de desarrollo.
Hoy contamos con todo lo que la ciencia y décadas de investigación en apego nos aportan. La Teoría del Apego se inicia con John Bowlby (1907-1990) y Mary Ainsworth (1913-1999) -quien desarrolla el experimento conocido como la «Situación extraña»-, y continúa con Winnicott, Main y Solomon, Sroufe y Waters, Hoffman, Cooper y Powell, entre otros.
La Teoría del Apego establece 4 categorías o tipos de apego:
- apego seguro
- apego ansioso-ambivalente o preocupado
- apego evitativo o distanciante
- y apego desorganizado
En el apego seguro, la madre o el cuidador principal presenta: capacidad de conexión, sensibilidad a las necesidades del niño, coherencia en las respuestas cuidador/bebé, y disponibilidad emocional.
LOS ESTILOS DE APEGO EN NIÑOS, ADOLESCENTES Y ADULTOS
1. Apego seguro
Según Bowlby, este tipo de apego depende de la constancia del cuidador en aportar cuidado y seguridad; no sólo debe atender a las necesidades físicas, sino que debe ser atento, y estar motivado por la conexión y la comunicación con el bebé. La figura de apego conecta emocionalmente con el niño, atiende a sus necesidades de regulación emocional y a sus necesidades de exploración.
Este tipo de apego se caracteriza por la aceptación y el apoyo incondicional: el menor se siente aceptado, valorado y querido; sabe que su cuidador/a está ahí y no le va a fallar. Existe sintonía emocional entre el niño y su figura de apego.
Los niños con apego seguro presentan una mayor autoestima, mayor autoconfianza, interactúan con el entorno sintiéndose más seguros, son más autónomos, establecen facilmente relaciones con iguales y gestionan de manera adecuada sus emociones.
Los adultos con apego seguro, son capaces de establecer relaciones íntimas, y no presentan miedo al abandono. Confían en sus figuras de apego -pareja, amigos…-. Se manejan de manera segura con su entorno. Son capaces de atender a sus propias necesidades, de regular sus emociones y regularse a través del apoyo del otro.
2. Apego ansioso-ambivalente o Preocupado
En este tipo de apego se ha dado una inconsistencia en el modo de acompañar, cuidar y dar seguridad. Esto genera en el/la niño/a inseguridad; no confía en su figura de apego, y siente que en ocasiones está presente y en otras no.
El miedo y la angustia, que aumenta ante la separación del cuidador, son frecuentes en los niños ante este tipo de apego. Presentan dificultad para calmarse con la figura de apego -que suele estar centrada en su propio malestar emocional y desregulación-.
Los menores con apego ansioso-ambivalente exploran el entorno sintiéndose inseguros, no calmados, y tratando de no alejarse del cuidador. Presentan escasas habilidades sociales y miedo al abandono.
Las personas adultas con estilo de apego preocupado, sienten gran necesidad de cercanía e intimidad, y a su vez experimentan angustia y miedo a ser abandonadas. Tienden a buscar el apoyo de los que le rodean cuando experimentan malestar emocional. Manifiestan dificultades en las relaciones sociales y al enfrentarse al cambio.
3. Apego evitativo o evitativo distanciante
En este caso la figura de apego no ha generado la seguridad necesaria, ni la conexión, cercanía emocional y regulación que precisaba el/la niño/a. Los menores con estilo de apego evitativo tienden al distanciamiento emocional, ya que han aprendido que no pueden contar con sus cuidadores para atender sus necesidades emocionales. Así, estos niños pueden no llorar ante la separación de la figura de apego, centrarse en los objetos (juguetes) y evitar la cercanía.
Los niños con estilo de apego evitativo no son capaces de gestionar sus emociones; pueden no expresar lo que sienten ni entender las respuestas emocionales de los demás. Se sienten no aceptados, poco queridos, y poco valorados. Pueden relacionarse con los demás, pero evitan las relaciones de intimidad.
Los adultos con estilo de apego evitativo o distanciante manifiestan dificultades a nivel relacional en la intimidad. Pueden poseer habilidades sociales y ser capaces de relacionarse, pero no a un nivel profundo. Pueden ser poco empáticos o desconfiados. Se centran mucho en la acción: llevar a cabo actividades, conseguir metas, logros… Presentan dificultades para pedir ayuda o apoyo, tendiendo a gestionar solos su malestar.
4. Apego desorganizado
Los cuidadores tienen graves dificultades para atender las necesidades del bebé o del niño/a, tanto en la conexión, como en la regulación emocional o en la exploración. Ante ello, el/la niño/a presenta comportamientos de tipo desorganizado o contradictorio.
Los cuidadores pueden ser: agresivos, intrusivos, negligentes, débiles o ausentes. En los casos de agresividad, el niño siente miedo hacia la figura de apego. Pueden mostrarse en ocasiones evitativos y en ocasiones ansioso-ambivalentes o preocupados. Esto sucede por ejemplo en los casos de abandono temprano, maltrato, abuso, adicciones o de figura de apego ausente. El menor pierde la confianza en el cuidador y se siente inseguro.
Los niños y adolescentes con apego desorganizado no saben gestionar sus emociones, evitan la intimidad -pues tienen miedo a la relación-, y se desbordan emocionalmente. Pueden aparecer conductas disruptivas, controladoras, o respuestas impulsivas, y experimentan dificultades para relacionarse y comunicarse con su entorno.
Las personas adultas con apego desorganizado, tienden a la inestabilidad emocional. Entienden el mundo como un lugar hostil, donde pueden ser heridos por aquellos/as con quienes se relacionan. Pueden vincularse desde la agresividad o la violencia. Existe un comportamiento caótico de necesidad de intimidad y miedo a la relación. Pueden presentar hipervigilancia o relaciones de dependencia y sumisión.
EL CAMINO HACIA EL APEGO SEGURO
Mediante la psicoterapia centrada en el apego, los/las psicoterapeutas especializados/as en intervención desde el apego, podemos abordar las dificultades en la infancia, la adolescencia o la edad adulta, generadas según los estilos de apego de nuestros cuidadores primarios. Trabajamos en el camino a la seguridad, potenciando el desarrollo de un apego seguro hacia uno mismo y su entorno, los recursos positivos y la resiliencia.
Beatriz Galván es psicoterapeuta especializada en psicoterapia de apego y procesamiento de trauma emocional.
Referencias:
El vínculo afectivo. J. Bowlby
Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. J. Bowlby
Bajo el signo del vínculo. B. Cyrulnik
Apego adulto. J. Feeney
Patterns of Attachment. M. Ainsworth, M. Blehar, E. Waters